Pero va Maxi y su remate furioso, algo previsible, con el suspenso de las grandes definiciones con pinceladas de épica, termina perforando el arco y clavándose arriba para acuñar uno de los goles más festejados, más llorados por la afición albiceleste.
Estamos abrazados con los colegas del diario Olé en la tribuna de prensa del estadio Corinthians Arena en San Pablo, en Argentina es 9 de julio y en Brasil, el mundial se vive con la angustia, de una previa donde el Scracht fue humillado para todos los tiempos por Alemania y en una tarde donde Argentina, nada menos, está por meterse en la final, como ese intruso tan temido y menos deseado…
La madrugada había sido trágica, el Topo López moría absurdamente en un accidente urbano en el centro de esa ciudad majestuosa y la congoja de todos los periodistas, era indisimulable.
Acaso por eso la imagen nunca se podrá borrar; una sucesión de sentimientos se apoderó de todos, en esos pupitres y cuando Maxi Rodríguez, tomó la pelota para cerrar la serie de penales ante los holandeses, con ventaja en el resultado parcial, los ojos volvieron a nublarse.
No era para menos, había pasado casi medio siglo de una instancia similar casi en todos los sentidos; remitirse al mundial de Italia en el ’90 y recuperar las escenas dramáticas de la definición por penales frente a la Azzurra en Napoli, no hacía otra cosa que alimentar la pasión, aunque la paradoja del destino, le había jugado una carta brava a nuestros compañeros, que se sentían aturdidos por semejantes contrastes emocionales.
Allí estábamos fundidos como los Pumas en el himno o como los jugadores de aquel equipo de Sabella, qué abrazados en el centro del campo de juego, miraban como en primera fila, ese desenlace tenso e inolvidable.
El rosarino está designado para la última palabra y lo tiene mano a mano a Cillessen, todavía lo recuerdo, ese holandés parecía un gigante dispuesto a comerse al shoteador, a cancelar una vez más los sueños criollos, a cambio de lavar las infinitas frustraciones naranjas, ese karma del que aún hoy, no han podido desprenderse. Pero va Maxi y su remate furioso, algo previsible, con el suspenso de las grandes definiciones con pinceladas de épica, termina perforando el arco y clavándose arriba para acuñar uno de los goles más festejados, más llorados por la afición albiceleste.
Todo parecía cumplirse como un buen designio; estaba escrito que así debía ser en esa tarde paulista y que esas descargas acaloradas entre sollozos de los que allí estábamos trabajando y narrando un verdadero acontecimiento de época para el deporte de nuestro país, eran la síntesis perfecta de un paraje ubicado entre el cielo y el infierno.
LLEGÓ EL RETIRO
Fue una noche muy emotiva la que se vivió en Rosario, ya que Maximiliano Rodríguez se retiró como futbolista profesional y fue jugando en el equipo del que es hincha y se convirtió en uno de sus referentes históricos, Newell’s. La Fiera disputó 56 minutos del encuentro que la La Lepra empató 0-0 ante Banfield en el marco de la fecha 24 de la Liga Profesional.
Ya la previa fue un impacto para los corazones rojinegros que vieron por última vez salir al campo de juego del Estadio Marcelo Bielsa a Maxi, quien apareció junto a sus dos hijas, Alma y Aitana, las abrazó, las besó, lloró, frotó la casaca que tantas veces lució con su emblemático número 11. Ahí llegó la primera ovación de parte de los hinchas locales que colmaron al Coloso en tiempos donde el público puede aprovechar del aforo completo.
Maxi debutó en la Lepra, el 14 de noviembre de 1999 ante Unión de Santa Fe. Jugó 222 partido, convirtió 71 goles y brindó 20 asistencias. Con Newell’s estuvo en tres etapas y en la segunda fue campeón del Torneo Final 2013 en el equipo dirigido por Gerardo Martino, que en ese primer semestre alcanzó las semifinales de la Copa Libertadores. A nivel clubes también brilló en Espanyol, Atlético Madrid, Liverpool y Peñarol.
La Fiera, de 40 años, jugó tres mundiales con la selección argentina, Alemania 2006, Sudáfrica 2010 y Brasil 2014. En dos de ellos tuvo dos momentos épicos, el primero con el golazo ante México en 2006 en el tiempo suplementario, que le dio el triunfo al equipo conducido por José Néstor Pekerman. Luego, lo que ya describimos, en 2014, marcó el penal que cerró la serie ante Países Bajos y la clasificación a la final. Además, fue campeón mundial Sub-20 en el certamen realizado en la Argentina en 2001.
En la noche del lunes, en Rosario, Maxi Rodríguez puso punto final a una gran trayectoria en la que dejó su sello, dándolo todo hasta su último partido, fiel a su estilo.
Pocos han podido cerrar ese ciclo en el fútbol profesional, naciendo, desarrollándose y despidiéndose, bajo palio; cumplir la promesa de la despedida entre los suyos y con resultados óptimos a pesar de las 4 décadas que le marca su propio calendario. Nunca fue un estorbo ni un lastre, por el contrario, desde un protagonismo menos activo en los últimos tiempos, ejerció el rol de docente, hizo gala del imaginario testimonio que le entregaron otros próceres como el Tata Martino o el Gringo Scoponi y supo ocupar el justo lugar que le impuso el ocaso en su estupenda carrera deportiva.
Maxi Rodríguez es todo lo que está bien y lo marco en tiempo presente por qué, estos referentes en extinción, nunca mueren, nunca desaparecen del colectivo pasional y mucho menos, le escapan a los grandes desafíos, como el de aquel 9 de julio de 2014, cuando nos ayudó a ser felices por un rato.
Gracias por todo, no te vamos a olvidar.