Hoy se cierra el proceso deportivo de las Eliminatorias para la próxima Copa del Mundo a disputarse en Qatar a partir del 21 de diciembre; pocas veces un seleccionado nacional ha clasificado de manera tan prematura y a su vez, con un aire de renovación inédito, al que debe acoplársele como efecto deseado, la conexión filial con la afición Argentina, que tampoco encuentra parangón en los tiempos modernos de esta disciplina.
¿A que nos autoriza este objetivo alcanzado por Lionel Scaloni?
Primero a transitar el camino de los ajustes necesarios para dar la talla en el torneo mas exigente de combinados nacionales, un trabajo que lo desafía al cuerpo técnico, que sabe muy bien, que enamorarse de su obra podría ser fatal y, en consecuencia, sin pararnos en extremos, aspirar que el diseño de tal meta, se sustente en la inteligencia emocional que de momento, detenta como una de sus grandes virtudes, el liderazgo de este santafesino nacido hace 43 años en Pujato.
Y el segundo aspecto, después que Argentina se clasificara a fines del año anterior a partir del empate sin goles ante Brasil en San Juan, es el de la expectativa mesurada de una sociedad futbolera que, como un péndulo, ha viajado de la descalificación a la idolatría o de los socarrones memes a la fundación de La Scaloneta, sin estaciones intermedias.
El final de este ciclo de partidos jugados en el marco sudamericano, el mismo que se ha impuesto como agenda en los últimos 3 años, ya que por efecto de la Pandemia, nuestro seleccionado solo jugo frente a sus vecinos continentales (Copas América 2019, 21 y estas Eliminatorias) y que además, de los elogios por la evolución de su juego y los futbolistas citados, el invicto acumulado nos dice que si esta noche, no cae en Guayaquil frente a Ecuador, igualará el récord de Alfio Basile de 31 partidos sin derrotas entre febrero del 91 y agosto del 93.
UNA VERDADERA HAZAÑA…
Pero si desplazamos el foco por un momento, hacia otras curiosidades que nos ha entregado esta competencia, detenerse en la gesta ecuatoriana, es menester y entonces, la figura del rafaelino Gustavo Alfaro, cobra una dimensión acaso impensada cuando se anuncio su llegada al campamento de Quito.
Alguna vez nos sentimos muy orgullosos del trabajo de Marcelo Asteggiano como asistente del Chemo Del Solar en la conducción del seleccionado peruano, en tiempos de las eliminatorias para el Mundial de Sudáfrica en 2010 o por la poderosa alianza que Jorge Pautasso consolidó a lo largo de casi 2 décadas como ayudante de campo del Tata Martino, con hitos irrepetibles como dirigir a Barcelona y los seleccionados argentinos y paraguayos; este es el tiempo de sumarlo a Lechuga Alfaro, que logró otra estrella a su bagaje de sueños materializados, dirigir como Jefe de Equipo a Ecuador en el próximo mundial.
DE VALORES Y CONVICCIONES
Con claridad erudita y también, conocimiento de causa, el Dr. Juan Manuel Herbella ha desbrozado este fenómeno, que Gustavo Alfaro despertó en tierras ecuatorianas con una épica clasificación directa a Qatar, y recuerda un encuentro sucedido en los vestuarios de Quilmes en los albores de su carrera como entrenador:
“Veinte años después y con un largo recorrido en sus espaldas, el jueves pasado por la noche, su equipo perdió 3 a 1 de visitante contra Paraguay, pero garantizó su clasificación al Mundial de Qatar 2022. Los otros resultados simultáneos, las derrotas de Chile ante Brasil y de Perú ante Uruguay, fueron los que le permitieron cumplir el sueño de ser un entrenador mundialista.
El “Tri”, como se lo conoce en Ecuador al seleccionado, hizo un compañón histórico con el valor agregado de la renovación generacional. Jugadores como Piero Hincapié y Moisés Caicedo con 20 años, Gonzalo Plata de 21 y Pervis Estupiñán de 24, son figuras consolidadas y la demostración del recambio.
“Nadie es imprescindible. Desde que me hice cargo del equipo el 6 de septiembre del 2020, venimos marcando que en la Selección todos somos necesarios y nadie es imprescindible”, dejó como concepto en la conferencia de prensa previa al partido en Asunción. Un concepto que tiene asimilado desde sus inicios en la dirección técnica y que lo marcó tanto para bien como para mal: ha tenido muy buenos resultados con planteles sin divismo y le ha costado manejar grupos llenos de figuras (como Quilmes 2004/05 con Vivas y Almeyda, el recordado paso por San Lorenzo2005/06 que contaba con Paolo Montero y Boca Juniors más recientemente).
Por este motivo, a Alfaro en su carrera muchas veces se lo ha reconocido, pero también se lo ha mirado de reojo. Se lo estigmatizó, acusándolo de que sus equipos primero piensan en defender y luego en atacar, que se preocupa más por el equilibrio que por el desequilibrio, cuando no necesariamente siempre fue así. Seguramente, las semifinales de la Copa Libertadores 2019 con Boca ante River hayan sido un reflejo: fue superado en el Monumental, pero ganaría en la Bombonera por la mínima. No alcanzando el objetivo, pero no por eso no siendo ofensivo.
”Este retrato de quien fuera capitán de aquel Atlético que ascendió en 1989 a la B Nacional, nos muestra la evolución comparativa y los méritos de esos propósitos alcanzados, junto con su inseparable socio, Sergio Chiarelli.
Esta noche en Guayaquil habrá otra fiesta de despedida, en este caso para los ecuatorianos y nosotros desde este pago chico, sentiremos el orgullo que esa celebración en algún punto, nos vincule como rafaelinos.