El año se va dejando una estela de sensaciones y realidades, a cuál mas complejas y distantes entre sí.
Seguir escribiendo historias en pandemia, resulta un desafío colosal, como aquellas crónicas de guerra de mediados del siglo pasado, una tarea que marida la seducción y la tragedia, a manera de un delicado encanto que nos recuerda la profundidad de todo acontecimiento de época.
Nos tocó a nosotros reflejarlo y todavía, parece que tendremos que agregar más fojas a ese informe periodístico.
El fútbol, también se encargó de presentar una página acaso inesperada para nuestro país, ya que en el contexto menos pensado y en circunstancias, a priori, desfavorables, pudo saldar una de las deudas mas pesadas en la historia de la Selección Argentina, por lo interminable que parecieron estas casi 3 décadas de ausencia de títulos y los avatares que rodearon muchas frustraciones en esa línea de tiempo.
El último título de la Selección Argentina se había concretado el 4 de julio de 1993, en Guayaquil. El equipo que conducía Alfio Basile venció 2-1 a México en la final de la Copa América con un doblete de Gabriel Batistuta. Y como si la maldición de Béla Guttmann se hubiese hecho efectiva también en la camiseta celeste y blanca, nunca más Argentina había sido campeón. 28 años y seis días pasaron desde aquella final hasta esta, en Río de Janeiro, donde se terminó la racha, Argentina venció 1-0 a Brasil y se quedó con el trofeo. Los jugadores, entrenadores, dirigentes de AFA y -sobre todo- los hinchas de la Selección sufrieron todo tipo de contratiempos y desdichas en ese tiempo.
Una sucesión de fracasos en fila, algunos con perversas tendencias del destino, fueron dañando ese tejido de fidelidad entre los distintos procesos y los aficionados, que aún en el noble intento de no renunciar al aliento en cada uno de los torneos que se disputaron en esa franja de la historia, terminaron por derrumbarse, hasta la indiferencia con el golpe de gracia en el mundial de Rusia en 2018.
Sampaoli voló por el aire y nadie quería agarrar a un equipo en llamas. Marcelo Gallardo dijo que nunca lo llamaron; Diego Simeone tampoco recibió ofertas; y Mauricio Pochettino sonó en los medios. Claudio Chiqui Tapia no tenía con quién tapar el bache y dejó que uno de los ayudantes de Sampaoli se hiciera cargo del equipo. Lionel Scaloni junto a Pablo Aimar habían dado la cara tras el papelón de Rusia y lograron el título con la Sub 20 en el torno de L’Alcudia, España. Sumaron a Walter Samuel y a Roberto Ayala, y asumieron de forma interina.
En 2019 llegó la Copa América de Brasil. Y Argentina otra vez fue por el título que desde hace tanto no consigue. Con muchos jugadores jóvenes, la Selección cayó 2-0 en el debut ante Colombia, igualó con Paraguay y venció a Catar. Superó a Venezuela en cuartos. Pero en las semis chocó con Brasil: hizo un digno papel, pero no le alcanzó. Fue derrota 2-0 con el VAR como protagonista. Messi disparó contra la Conmebol: «Acá Brasil maneja todo», dijo. Y tal vez ese haya sido el quiebre. Scaloni y el grupo de ex jugadores que lo acompañan convencieron a Messi, Agüero y Di María, los de la vieja guardia, y se quedaron con el cargo ahora de manera definitiva tras vencer a Chile y obtener el tercer puesto.
En 2020 la pandemia frenó todo y la Copa América que iba a disputarse en Argentina y Colombia pasó a manos de Brasil. Pasaron cientos de jugadores -entre ellos Riquelme, Crespo, Cambiasso, Tevez y Mascherano, entre muchos otros-, 11 entrenadores. Pasaron 7 Mundiales y 10 ediciones de la Copa América. Este triunfo ante Brasil en el Maracaná quedará grabado a fuego en el corazón de la Selección.
Esta digresión, tantas veces recorrida, entiendo que ameritaba su repaso; despojarse de esa especie de karma con el que cargaron un par de generaciones de futbolistas estelares, provoca una sensación de alivio, no porque garantice la fundación de un nuevo tiempo de prosperidad desde los resultados, sino porque al menos, cancela ese derrotero absurdo que le negó, a grandes entrenadores, una gloria también merecida.
Hay preguntas que no tienen respuestas de momento: ¿ qué diremos en un año, de la presentación albiceleste en el mundial de Qatar a jugarse a partir de mediados de noviembre?
Despejada la duda sobre los méritos de Scaloni como jefe de equipo, ¿Cuál será el nivel de los jugadores que, por ahora, parecen repetirse de memoria en el nuevo módulo táctico diseñado, por este hombre que lidero la temida renovación?
En qué lugar del ranking de las influencias en el juego y en los resultados, se ubicará Lionel Messi, ¿por este tiempo algo errante en su nuevo redil parisino?
¿Podrá la AFA, diagramar un programa de partidos con las potencias europeas, después del final de las eliminatorias y antes de viajar a la nueva cita mundialista?
El actual invicto que detenta el equipo nacional de 27 partidos sin derrotas, desde la gestión de Scaloni, ¿será la piedra basal para levantar una estructura poderosa en la elite de competencia?
¿Podemos los futboleros depositar, un nuevo voto de confianza frente a este panorama alentador y promisorio?
Un cuestionario infinito que comenzará a responderse gradualmente desde fines del mes próximo, cuando se pongan en marcha las ultimas ventanas de las eliminatorias y que aún con el objetivo de la clasificación cumplido, será menester utilizarlos empíricamente, para fortalecer la confianza y autoridad, que resultan imprescindibles, para ir por las utopías que todavía nos faltan resolver.