El volante creativo Thiago Almada fue el punto más alto en los últimos partidos de la Scaloneta. Pero no fue el único. Nuevos nombres se acoplan gradualmente a una Selección ganadora.

De esa renovación tan temida hace un lustro, a esta realidad optimizada por la presentación en el escenario del equipo albiceleste, de jugadores con capacidades diferentes, con ese sello criollo del talento y la desfachatez, que están renovando las expectativas de una comunidad futbolera como pocas. Y que, además, en los últimos años le ha agregado un paladar negro innegable como consecuencia de un histórico proceso de resultados y títulos a nivel mundial, como nunca antes presentó nuestro país, pasó el tiempo y sigue adelante consolidando admiración y euforias.
Ya abundamos en los méritos de quienes diseñaron este modelo, que por otra parte, continúan en la figura de Lionel Scaloni, gestionando el recambio generacional inevitable: a propósito, siempre es saludable apoyarse en las estadísticas para justificar esas ponderaciones y decir por ejemplo que, luego del cierre de esta ventana de Eliminatorias con el triunfo sobre Chile y el empate ante Colombia, desde el comienzo de la era del entrenador santafesino, la Selección Mayor disputó 86 partidos de los cuales solo perdió 8 y ganó 62, es decir, sumó el 77 % de los puntos en todos los niveles de competencia. Esta estadística blinda al entrenador de toda crítica objetiva y le otorga una gran autoridad para las decisiones que deben tomarse para reemplazar las piezas más sensibles, como en el caso de Lionel Messi, que está entregando sus últimos esfuerzo a esta causa albiceleste.
Reflejada esa seguidilla infrecuente que apodera al fútbol argentino, analicemos algunos casos puntuales de nuevos nombres que están llegando al equipo principal, con firmes intenciones de quedarse, por las características técnicas y los otros valores que resultan indispensables, para sostenerse en semejante estelaridad que hoy representa el vigente Campeón Mundial.
Por ejemplo, hace once meses, Thiago Almada era el 10 de Atlanta United en una MLS que ya giraba alrededor de Lionel Messi. El chico de Ciudadela estaba cómodo, con un gran contrato en una franquicia que adora a los argentinos. Formado -y vendido- por Vélez, el talentoso mediocampista creativo tenía en sus vitrinas la medalla de campeón del mundo en Qatar 2022. Pero no le bastaba.
En su entorno entendieron que su etapa en Estados Unidos estaba cumplida. Para estar cerca de la Selección, entonces, Almada necesitaba una liga más competitiva y más física. Donde no alcanzara con poder sacarse a un rival en una baldosa. Entonces apareció el estadounidense John Textor, dueño del Olympique de Lyon, e invirtió unos 19 millones de euros en su pase. El multimillonario de los efectos especiales dejó a Almada por seis meses en Botafogo, de Brasil, para que ayudara a ese club -también de su propiedad- tanto en el torneo local como en la Copa Libertadores.
Ya en Botafogo, Almada dejó un destello de su calidad durante el partido con Bolivia por las eliminatorias. Tras la habilitación de Nahuel Molina, el ex Vélez anotó el gol del 4-0. Fue su primera conquista en la Selección mayor. Pero si su excursión por Brasil lo mejoró, su llegada a Francia lo potenció. En la Ligue 1 lleva 16 partidos, un gol y cinco asistencias. Y festejó otra vez por la Europa League.
Estas experiencias en el fútbol internacional y el conocimiento sobre esa evolución que Scaloni viene siguiendo desde sus tiempos en los seleccionados juveniles, encontraron en los últimos partidos oportunidades de oro que a juzgar por sus goles y la influencia en los mejores pasajes de fútbol de la Scaloneta, lo comienzan a consolidar no solo en la consideración del equipo técnico, sino también por la naturalidad con la que se ha acoplado a una identidad de juego definida.
Thiago Almada fue el punto más alto en los últimos partidos, pero no el único; Giuliano Simeone y Leonardo Balerdi que ganaron minutos ante Chile y Colombia dejaron buenos números y mejor imagen ante los aficionados que, el último martes en el Monumental, se lo hicieron saber con prolongados aplausos, un voto de confianza que no es frecuente en jugadores que recién estamos descubriendo con semejantes responsabilidades.
Scaloni como ya es habitual, fue austero al hablar de decisiones futuras, una vez más se ocupó de ratificar que no suele hablar de nombres propios y que sus mejores declaraciones están en los hechos, como sucede últimamente con la lista de convocados en la cual están apareciendo con gran frecuencia, futbolistas que disputaron los juegos Olímpicos en París el año pasado.
¿Qué refleja tales criterios? Que la condición esencial es cruzar el océano y luego ponerle la lupa, hacer un seguimiento más profundo, para después darle el primer gesto de aprobación.
El caso Franco Mastantuono es ese botón que basta de muestra. El crack de River, con antecedentes en selecciones juveniles, recibió el primer llamado no solo por su brillo en el torneo doméstico sino por la transferencia al Real Madrid y el impacto internacional que la misma está generando. Al final ingresó en Santiago y su debut marcó un hito para un futbolista con 17 años.
Ante mi pregunta en la conferencia previa al partido con Colombia, relacionada con los escasos partidos que en éste ciclo se han jugado ante rivales europeos, apenas 6 de los 86 de la era Scaloni, el entrenador a pesar de reconocer que no es lo mismo jugar frente a Alemania que frente a otros de menor historia, relativizó ese valor, con el fundamento que todos los jugadores que son convocados habitualmente se desempeñan en las principales ligas de la UEFA y esto los entrena de forma competente en esa élite, evitando hacer esfuerzos para organizar duelos con las principales potencias.
Algo de razón tiene, en definitiva, la Selección Argentina ha ganado todos los torneos posibles, aún sin esa referencia previa.