
Cerca de la medianoche del jueves, Gustavo Alfaro sigue argumentando su mejor noche y exponiendo con su erudición, el porqué Paraguay acababa de imponerse inobjetablemente, ante el Campeón del Mundo, su primera victoria ante Argentina luego de otros intentos vanos dirigiendo Ecuador y Costa Rica, instancias en las que, esos seleccionados se mostraron muy competitivos pero el resultado se había resuelto por la imposición de las individualidades de los albicelestes.
Confiesa en off que esa verborragia a veces, lo lleva a desarrollos filosóficos algo tediosos, aunque ricos en citas y contenidos, pero que ameritaba en esta oportunidad, por la envergadura de semejante hazaña y la repercusión que en este país, su gestión y la remontada de la Alburroja en estas Eliminatorias, provocan.
Lechuga, para los rafaelinos, se ha convertido en poco tiempo en un adalid de esos sueños nacionales de llegar nuevamente y después de mucho tiempo, a jugar un Mundial; en su palmarés, el antecedente de clasificar a Ecuador para Qatar, le infla el pecho y lo empodera objetivamente, para teorizar sobre factores emocionales y estratégicos en los que se apoya su retórica y sus principios.
Es una noche mágica para Alfaro, antes en esta misma sala de conferencias que comparto con otros colegas de la región, Lionel Scaloni, no escatimó en elogios al trabajo de ese rival que lo redujo a una expresión pálida, otro trofeo que levantó Alfaro en DefensoresdelChaco, que hasta tuvo tiempo de mostrar su pena por el descenso de su Atlético de Rafaela.
Un Lechuga auténtico.
Un Lechuga ilustrado.
Un hombre que ahora además, camina por el continente amplificando su dossier de musas y verdades.